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Venezuela: después del Referendum

by Redacción del periódico El Libertario (ellibertario [at] nodo50.org)
* Los resultados de la votación del 15/08/2004 ratificaron a Hugo Chávez como Presidente, bendecido por los poderes transnacionales a pesar de los alegatos oposicionistas de fraude electoral. El Libertario (# 39, septiembre-octubre 2004) presentó amplias reflexiones sobre las consecuencias de ese evento y propuestas sobre cómo actuar en las nueva situación. De lo publicado allí, van dos notas con lo esencial de la visión de los anarquistas venezolanos.

º Editorial

Los movimientos sociales deben romper todos los diques de su autonomía. Para las cúpulas de los dos bandos en pugna en Venezuela (la oficialista bajo la égida de Hugo Chávez y la agrupada en la llamada Coordinadora Democrática) la participación de la gente y la democracia desde abajo no pasan de ser meras consignas sin ninguna concreción en la realidad. Estas dirigencias demuestran una y otra vez que para mantenerse arriba y seguir acumulando poder son capaces de cualquier negocio a puertas cerradas y de realizar las maromas necesarias para canalizar la beligerancia de los ciudadanos en su propio beneficio.

La autonomía es la capacidad de cada uno para determinarse a sí mismo, establecer sus propias dinámicas y enarbolar sus reivindicaciones concretas. Los autodenominados líderes saben perfectamente que su puesto depende en convertir sus propios asuntos en temas de interés general. Para esto se presentan ante los de abajo como garantes de sus aspiraciones, las cuales se cumplirán en un hipotético mañana si previamente son legitimados como jefes ante los demás. Pero los de arriba siempre transan, llámense como se llamen. Para estos políticos lo único que realmente vale es lo que extienda su permanencia en el poder.

Los niveles de pobreza actuales, desempleo, inseguridad y atropellos de todo tipo no se revertirán sin un cambio estructural profundo. Cualquier otra cosa es contentarnos con los pedazos de pan duro que nos lanzan quienes hoy hablando de “revolución” ganan millones al mes. Y para esto una de las alternativas es romper radicalmente con las seudo-dirigencias de ayer y hoy para construir los excluidos y oprimidos de cualquier signo nuestro propio camino. Edificar organizaciones novedosas, espacios horizontales y no jerárquicos en donde nadie hable a nombre de nadie, y que a su vez sean dinámicas de resistencia y de construcción. Como individuos críticos y autocríticos, ir a contracorriente de las ideas y las prácticas dominantes producto de los falsos consensos y de los chantajes, profundizando nuestras experiencias mediante la socialización y el autodidactismo. Estos espacios recuperarán nuestras mejores tradiciones ciudadanas, participativas y solidarias, para constituir una cultura claramente diferenciada de la dominante, la cual tome en cuenta todos los aspectos del ser humano.

Hagamos oídos sordos a los cantos de sirena: su poder está edificado en base a las mentiras. Cuando hablan de “sociedad civil contra la dictadura” es porque ellos, testaferros de los viejos partidos, ya se han repartido hipotéticos ministerios y gobernaciones. Si gritan en contra del “imperialismo” y la “oligarquía” es porque en la discreción de los hoteles de lujo entregan las riquezas del país a las transnacionales. Si promocionan “programas de emergencia contra la pobreza” es porque no cambiarán la estructura que la produce, y que les reporta cuantiosos beneficios. En el momento en que nos llaman a la “participación”, es porque necesitan nuestros votos. Cuando hacen rimbombantes llamados a la “unidad” o la “reconciliación” es porque quieren domesticar nuestro silencio y condenarnos a la pasividad.

Si ningún político trabaja por ti, que ninguno decida por ti. Hagamos de la práctica común de las diferencias la cotidianidad de múltiples e infinitas formas de asociación para combatir todas las dimensiones de la dominación. La hilación de un tejido social denso, ciudadano y popular, se opone a caudillos, politiqueros, militares y demagogos de cualquier signo. Liberándonos de cualquier clase de dependencia ejercitamos nuestra potencialidad de autonomía. Lo contrario es seguir marchando detrás de quienes comercian y especulan con nuestras miserias.

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º Referéndum Revocatorio: Reality Show del poder

La tramoya electoral de agosto de 2004 giró desde sus inicios en prolongar la comedia que los medios de comunicación, tanto estatales como privados, habían presentado, y que oficialismo y “oposición” remarcaron ante la opinión pública. Los espectadores éramos todos los venezolanos, a quienes se nos ha intentado engañar con un simple “Si” o un “No” en torno a una figura, como si esto fuese la solución a los problemas colectivos. Que el evento culminase en un fraude era predecible. No porque los derrotados lo griten, o porque no se haya podido manipular el proceso para una causa o la otra; sino porque las pretendidas divergencias de fondo entre gobierno y oposición son el verdadero fraude, así como el propio referéndum es una estafa como posible solución a la pobreza, la militarización de la sociedad o la venta descaradas del país a las transnacionales. Lo costoso que nos resultó ese circo electoral al confrontarlo con la realidad de salud, ambiente, educación y alimentación de la población lo confirma.

Los problemas sociales no se resuelven desde las cúpulas políticas ni entre privilegiados económicos, sino en el seno mismo de la sociedad. Porque el poder solo sirve para reglamentar la miseria, legalizar la desigualdad. Le interesa dominar, someter a un solo criterio, mientras mantiene un discurso ambiguo y absolutista negando cualquier destello de libertad. No conoce otra lógica. No le interesa la pluralidad. La Coordinadora Democrática dio múltiples pruebas de ello en el pasado, y los actores ocultos que la financian siguen dándolas en el presente. Esos mendigos del poder han quedado desacreditados para seguir hablando en nombre de un pueblo al que no representan. El pueblo tiene voz propia y abrir sus propios espacios es su responsabilidad, donde pueda ejercer su autonomía en forma de democracia directa, y alcanzar así su específica voz y acción. Esto significa: acabar con el poder autoritario venga de donde venga y garantizar su propio bienestar.

La exaltación de la figura militar de Chávez y su vinculación ahistórica con Bolívar intentan justificar políticas neoliberales que se esconden tras palabras demagógicas. También se ha jugado con el espantajo de la agresión yanki, prólogo pintoresco a las concesiones que este gobierno ha otorgado a empresas ejes de la globalización capitalista como Chevron-Texaco o Repsol-YPF en materia petrolera. La revolución se financia con dinero de las transnacionales y de ese imperialismo que se dice nos vendrá a invadir. Ha aprendido a convivir con el poder global, siempre y cuando ellos paguen “nuestro precio”. Y mientras esos mismos grupos se enriquecen en Venezuela, lanzan el Plan Puebla–Panamá contra los pueblos de Mesoamérica, contaminan y saquean Ecuador, financian las tropas que invaden Irak o cualquier otro país que se les antoje. Todo gracias a “nuestro precio”, y la reserva segura de Venezuela garantizando a USA 17% de su consumo petrolero.

Latinoamérica tiene que aprender que el lenguaje no siempre es lo que parece, “revolución” es una consigna vacía en boca de personajes como Chávez, Lula o cualquier otro que hable desde el Poder. Esta palabra sólo se ha limitado a describir quien administra mejor el capitalismo en este continente. Es imprescindible comprender que un futuro positivo no se definirá por medio del Estado, que sea cual sea su cara es un eslabón del orden económico actual, y sólo la sociedad organizada podrá enfrentarle y abrirse paso hacia un cambio real. Necesitamos ampliar el debate, escucharnos más allá de la pugna insulsa en torno a Chávez. En tal sentido, para el movimiento libertario es ineludible propiciar y sumarse a la transformación junto a ese pueblo del que tanto se habla pero a quien nadie escucha. Nuestra lucha es contra el poder, sea cual sea su máscara. Ni capitalismo “humanista” nacional ni capitalismo transnacional, autogestión sigue siendo nuestra consigna, la autonomía nuestra práctica. Empeñándonos contra el neoliberalismo, contra la desigualdad, contra el autoritarismo, con la acción directa y el apoyo mutuo como vía para construir la utopía posible de la libertad e igualdad en solidaridad.
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