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Indybay Feature
¿ORGULLO GAY?
Me gusta mi amigo Óscar porque no pretende hacer de su sexualidad una bandera, porque él sí es un homosexual sin complejos.
Miércoles, 7 de julio de 2004
EDICIÓN IMPRESA - Madrid
¿ORGULLO GAY?
ELY DEL VALLE
PERIODISTA
Andan en el barrio de Chueca con la resaca de ese orgullo carnavalero que ha vuelto a pasear en carroza el colectivo homosexual, y a tenor del éxito que ha tenido un año más la manifestación a favor de los derechos de gays, lesbianas, transexuales y bisexuales, me inclino a pensar que el famoso armario debe tener más fondo que la pirámide de Micerinos. Varias veces he discutido con Pedro Zerolo, con poco éxito por mi parte, confieso, la conveniencia de pedir la igualdad y el respeto moviendo la cadera en tanga y con un penacho de plumas saliéndole a uno del trasero. Soy consciente de que es una costumbre que se ha convertido en un clásico del paisaje madrileño, pero también sé de buena tinta que repatea a algunos homosexuales que pretenden de verdad hacer de su condición un rasgo de normalidad.
Tengo un par de amigos gays de los de toda la vida, de los que no han salido del armario porque nunca tuvieron vocación de percha, que reniegan de una puesta en escena que consideran contraproducente: «¿De qué nos sirve pedir la igualdad si a la hora de la verdad lo que la gente ve es a cuarenta maromos medio en pelotas y con una tonelada de rimmel?. No se puede ir con unas plataformas de medio metro detrás de una pancarta con el lema «Somos iguales», porque no me lo creo ni yo».
Tiene parte de razón mi amigo Óscar, sobre todo porque él sí es igual a cualquiera. Lo que haga después en su cama y con quién lo haga es una cuestión que solo le compete a él. Para que me entiendan, Óscar es más bien del tipo Jesús Vázquez, en el que la pluma brilla por su ausencia y la condición sexual no es el eje fundamental de toda su vida . Óscar se enamora y desenamora como cualquier bicho viviente; se ha llevado sus sofocones y ha vivido relaciones intensas; ha sentido el corazón congelado cuando le han rechazado y el pulso a tropecientos por hora cuando se ha sentido correspondido. Vamos, como usted o como yo, ni más ni menos. El hecho de que haya sido otro hombre el motivo de sus pasiones no le incita a enseñar nalga ni ha enrolarse en los Village People. «Otra cosa son los transexuales, pero ¿qué tengo yo que ver con un hombre que se siente mujer?. Yo soy un tío y jamás me cambiaría por nada ni por nadie. Si hay que salir a la calle a reivindicar sus derechos yo soy el primero, pero porque todo el mundo se merece respeto y la posibilidad de vivir como le plazca, ¿eh? no porque considere que tengamos nada en común».
De lo que sí está contento mi amigo es de que por fin se vaya a regularizar el matrimonio entre personas del mismo sexo. Y no es que se quiera casar, porque de momento vive tan a gusto con su pareja, pero se siente más libre sabiendo que tiene los mismos derechos que cualquier heterosexual. «A ver si también se normaliza lo de la adopción, porque ahora, pudiendo como podemos adoptar cualquiera de los dos como solteros, si el que figura como padre se muere, el más perjudicado es el niño, que no va a poder seguir viviendo en su casa con una de las personas con las que se ha criado y al que él querrá como cualquier crío quiere a su padre o a su madre».
Me gusta mi amigo Óscar porque no pretende hacer de su sexualidad una bandera, porque él sí es un homosexual sin complejos, porque huye de las parafernalias estridentes y no tiene ningún afán de convertirse en «Reina por un día» ni de emular a las alegres chicas de Colsada.
«¿Tú te sientes orgullosa de ser hetero?» -me pregunta- «Nunca me lo he planteado» -le contesto-. «Pues eso mismo me pasa a mí, que ni me lo planteo». Desde luego si esto no es normalidad, que venga Dios y lo vea.
http://www.abc.es/abc/pg040707/prensa/noticias/Madrid/Madrid/200407/07/NAC-MAD-151.asp
EDICIÓN IMPRESA - Madrid
¿ORGULLO GAY?
ELY DEL VALLE
PERIODISTA
Andan en el barrio de Chueca con la resaca de ese orgullo carnavalero que ha vuelto a pasear en carroza el colectivo homosexual, y a tenor del éxito que ha tenido un año más la manifestación a favor de los derechos de gays, lesbianas, transexuales y bisexuales, me inclino a pensar que el famoso armario debe tener más fondo que la pirámide de Micerinos. Varias veces he discutido con Pedro Zerolo, con poco éxito por mi parte, confieso, la conveniencia de pedir la igualdad y el respeto moviendo la cadera en tanga y con un penacho de plumas saliéndole a uno del trasero. Soy consciente de que es una costumbre que se ha convertido en un clásico del paisaje madrileño, pero también sé de buena tinta que repatea a algunos homosexuales que pretenden de verdad hacer de su condición un rasgo de normalidad.
Tengo un par de amigos gays de los de toda la vida, de los que no han salido del armario porque nunca tuvieron vocación de percha, que reniegan de una puesta en escena que consideran contraproducente: «¿De qué nos sirve pedir la igualdad si a la hora de la verdad lo que la gente ve es a cuarenta maromos medio en pelotas y con una tonelada de rimmel?. No se puede ir con unas plataformas de medio metro detrás de una pancarta con el lema «Somos iguales», porque no me lo creo ni yo».
Tiene parte de razón mi amigo Óscar, sobre todo porque él sí es igual a cualquiera. Lo que haga después en su cama y con quién lo haga es una cuestión que solo le compete a él. Para que me entiendan, Óscar es más bien del tipo Jesús Vázquez, en el que la pluma brilla por su ausencia y la condición sexual no es el eje fundamental de toda su vida . Óscar se enamora y desenamora como cualquier bicho viviente; se ha llevado sus sofocones y ha vivido relaciones intensas; ha sentido el corazón congelado cuando le han rechazado y el pulso a tropecientos por hora cuando se ha sentido correspondido. Vamos, como usted o como yo, ni más ni menos. El hecho de que haya sido otro hombre el motivo de sus pasiones no le incita a enseñar nalga ni ha enrolarse en los Village People. «Otra cosa son los transexuales, pero ¿qué tengo yo que ver con un hombre que se siente mujer?. Yo soy un tío y jamás me cambiaría por nada ni por nadie. Si hay que salir a la calle a reivindicar sus derechos yo soy el primero, pero porque todo el mundo se merece respeto y la posibilidad de vivir como le plazca, ¿eh? no porque considere que tengamos nada en común».
De lo que sí está contento mi amigo es de que por fin se vaya a regularizar el matrimonio entre personas del mismo sexo. Y no es que se quiera casar, porque de momento vive tan a gusto con su pareja, pero se siente más libre sabiendo que tiene los mismos derechos que cualquier heterosexual. «A ver si también se normaliza lo de la adopción, porque ahora, pudiendo como podemos adoptar cualquiera de los dos como solteros, si el que figura como padre se muere, el más perjudicado es el niño, que no va a poder seguir viviendo en su casa con una de las personas con las que se ha criado y al que él querrá como cualquier crío quiere a su padre o a su madre».
Me gusta mi amigo Óscar porque no pretende hacer de su sexualidad una bandera, porque él sí es un homosexual sin complejos, porque huye de las parafernalias estridentes y no tiene ningún afán de convertirse en «Reina por un día» ni de emular a las alegres chicas de Colsada.
«¿Tú te sientes orgullosa de ser hetero?» -me pregunta- «Nunca me lo he planteado» -le contesto-. «Pues eso mismo me pasa a mí, que ni me lo planteo». Desde luego si esto no es normalidad, que venga Dios y lo vea.
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Pense que el acto de dejar este articulo aqui quizas podria estimular un poco de debate.
Ojala hay a mas gente que habla espanol que lee este website que cree que todos somos iguales e acepta que cualquier comportamiento que sea de consenso esta bien.
Muchas veces nos dejamos llevar por nuestros propios complejos y se los extrapolamos a los demas.....
Saludos desde Barcelona.