top
Americas
Americas
Indybay
Indybay
Indybay
Regions
Indybay Regions North Coast Central Valley North Bay East Bay South Bay San Francisco Peninsula Santa Cruz IMC - Independent Media Center for the Monterey Bay Area North Coast Central Valley North Bay East Bay South Bay San Francisco Peninsula Santa Cruz IMC - Independent Media Center for the Monterey Bay Area California United States International Americas Haiti Iraq Palestine Afghanistan
Topics
Newswire
Features
From the Open-Publishing Calendar
From the Open-Publishing Newswire
Indybay Feature

Cuba: ¿Los Próximos Cuarenta y Cinco Años?

by István Mészáros (ft [at] ft.org.ar)
Fecha: 23/1/2004 - Traductor: Victoria Rouge- especial para P.I. - Fuente: Monthly Review vol. nº 55 nro. 8
cora__o_cubano_cubans.gif
Este año Cuba celebrará el aniversario número cuarenta y cinco de su victoriosa revolución: un gran triunfo histórico. Y cuando tenemos en cuenta que la revolución cubana –la acción mantenida en el tiempo de una nación de sólo once millones de personas- sobrevivió contra todos los contratiempos, confrontando exitosamente la enemistad declarada, EE.UU. –el dictado de aislamiento y bloqueo económico, así como los reiterados intentos de subvertir y derrocar el orden post-revolucionario por parte de la potencia más preponderante económica y militarmente, incluso este simple hecho pone forzosamente de relieve la magnitud y el duradero significado de la intervención de Cuba en el proceso histórico de nuestro tiempo. Somos todos contemporáneos de un logro cuyas reverberaciones tienen un alcance que va mucho más allá de los confines de el tendenciosamente propagandizado “Hemisferio Americano”, que ofrece su mensaje de esperanza al resto del mundo.

En 1999, tres años antes de que el gobierno de EE.UU. decretara ominosamente que Cuba pertenecía a la versión extendida del “eje del mal”, en vistas de la eliminación del “círculo vicioso” 1 cubano en una fase temprana del agresivamente promovido “nuevo siglo americano”, escribí en el prólogo de la edición india de Socialismo o Barbarie:
Estamos a punto de cerrar el siglo veinte, descrito por los apologistas más fervorosos del capital como el “siglo americano”. Esas visiones se proclaman como si la revolución de octubre de 1917, o las revoluciones china y cubana y las luchas de liberación de las décadas siguientes nunca hubiesen ocurrido, tampoco olvidemos la humillante derrota sufrida directamente por el poderoso Estados Unidos en Vietnam. De hecho, los defensores acríticos del orden establecido anticipaban confiados que no sería solo el próximo siglo sino todo el milenio el destinado a conformar las reglas inalterables de la “Pax Americana”. 2

De seguro, todos los que se embarcan en el intento fútil de reescribir la historia se niegan a ver hasta lo obvio; principalmente, que los eventos históricos más importantes, como los que se acaban de mencionar, no pueden ser borrados voluntariamente para que encajen con las contingencias políticas del momento. Esos eventos surgen de contradicciones sociales muy fundamentales. No pueden ser privados de ninguna manera de su relevancia histórica y su actualidad abrasadora hasta que sus contradicciones profundas no se resuelvan de manera positiva y duradera por un estadio más avanzado de desarrollo. Ni siquiera cuando pensamos en el enorme retroceso de la capitulación de la que fuimos testigos con la ex Unión Soviética podemos sucumbir ante la visión de que las contradicciones iniciales han sido vencidas.

¿Nos podemos atrever a pensar sobre los próximos cuarenta y cinco años? La respuesta sólo puede ser que debemos hacerlo. Los cambios históricos de la magnitud de la que nos referimos aquí, a pesar de que en lo inmediato generan un impacto profundo, sólo pueden completar todo su potencial en una perspectiva más prolongada. Esto es más cierto porque el bien atrincherado adversario histórico siempre ajusta sus propias estrategias –constreñido sólo por los límites últimos de sus determinaciones sistémicas- para anular cada movida de su progresivo contrincante. Esto es así, signifiquen los ajustes dar más o menos concesiones reformistas temporales o, por el contrario, hasta embarcarse cruelmente en el curso de acción más destructivo. Es por esto que la noción de Khrushchev de una “competencia pacífica” con la producción capitalista, como el juez mutuamente aceptado de los objetivos rivales, era extremadamente ingenua, como mínimo, cuando la verdadera contingencia histórica era nada menos que la cuestión de instituir una alternativa hegemónica radical al orden social del capital. El firme antagonista del capital nunca abrigó esta clase de ilusiones, por las cuales se debió pagar un precio muy alto.

En este contexto no debemos olvidar que si hay un signo de pregunta en lo que respecta a los próximos cuarenta y cinco años de Cuba, el mismo signo de pregunta acecha sobre el futuro de la humanidad. Ya que en la actual fase del desarrollo del capital, como resultado de la profundización de la crisis estructural del sistema, no sólo se deben volver a tomar las concesiones reformistas del pasado –como de hecho sucede- aún en los países capitalistas más avanzados sino que, dada la insuficiencia crónica del remedio productivamente disponible, la irracionalidad mortal de embarcarse en el curso de acción más destructivo a escala global aparece en el horizonte, tratando de imponerse como la solución racional de todos nuestros problemas.

Cuba es vecina a los Estados Unidos y puede ser militarmente alcanzada muy fácilmente. Pero, por supuesto, el mismo blanco, sin obstáculos, fácilmente alcanzable está en preparación activa -tanto por medio del chantaje, incluyendo el chantaje nuclear, como de el desenlace de una acción militar devastadora- hasta para los rincones más remotos del mundo. El “Proyecto Guerra de las Galaxias” de ayer podría seguir haciéndose pasar por un “escudo de defensa”, aún cuando en la realidad no era nada de eso. Sin embargo, su más actualizado sucesor, cuyo código es “Falcon” [halcón] [Force Application and Launch from the Continental U.S.], bajo ningún efecto de la imaginación podría ser considerado como otra cosa que un sistema de armamento descaradamente ofensivo, para ser desarrollado en contra del mundo entero. La primera fase operacional de este sistema se completará a mediados del 2006, y las pruebas iniciales ya tomarán lugar en el 2004. Los vehículos de distribución completamente desarrollados sin personas podrán “dar en blancos a 9.000 millas náuticas de distancia en menos de dos horas.” Además, “llevarán una carga útil de hasta 12.000 libras y finalmente podrían volar a velocidades de hasta 10 veces la velocidad del sonido.” El propósito de esta máquina de guerra infernal es permitir a Estados Unidos arreglárselas solo contra cualquier país que quisiera dominar o destruir, en su plan de alcanzar la dominación mundial como el gobernante indiscutido e indiscutible del imperialismo global hegemónico. Como comentó John Pike, jefe de los think tank [ideólogos] de Washington, GlobalSecurity.org, sobre el nuevo sistema de armas: “Se trata de volar a la gente del otro lado del planeta aún si ningún país en el mundo nos permita usar su territorio.” 3

La derrota de la política a largo plazo del gobierno norteamericano contra Cuba es ampliamente reconocida. Incluso un ex-ministro del gobierno británico conservador de Margaret Thatcher tuvo grandes reservas sobre la postura anti-Cuba de Estados Unidos y su adopción por parte de los gobiernos europeos, como lo aclaró en un reciente artículo:
Es extremadamente ingenuo pensar que en la era post-Castro Cuba se convertirá efectivamente en el 51º estado de EE.UU. Aún así, es precisamente eso lo que muchos de la administración de EE.UU. y en verdad, de este lado del Atlántico, parecen creer. De hecho, es probable que ocurra todo lo contrario… Debemos evitar el peligro de tomar prestado el obtuso instrumento del mazo de hierro político de América [ni deberíamos ver a Cuba] a través de los binoculares desenfocados del insaciable pensamiento americano.4

No es necesario decir que las visiones críticas, aún cuando no pueden ser acusadas de una “inclinación política de izquierda”, no se diferencian de todos los reaccionarios que hacen la política de la administración estadounidense. Uno de los subsecretarios de estado, John Bolton, acusó descaradamente a Cuba de ser el proveedor de armas biológicas a los enemigos de Estados Unidos, sobre la “base” de que Cuba tiene una industria farmacéutica avanzada. Este era un intento provocador de tildar a Cuba como un objetivo temprano “moralmente justificado” para un ataque militar estadounidense. Yo mismo comenté en ese momento (junio del 2002) en una entrevista para la TV brasilera, que esos hombres no tienen moralidad ni respeto alguno por la verdad. No es sorpresa que los agravios de este tipo, diseñados para culpar a Cuba de ficticios crímenes anti-americanos, se renueven constantemente. Fidel Castro informó en su discurso del 1º de mayo del 2003 un caso muy reciente e igualmente amenazador:

"La política de el gobierno de EE.UU. es tan descaradamente provocadora que el 25 de abril, el Sr. Kevin Whitaker, jefe del buró cubano en el Departamento de Estado, informó a la cabeza de nuestra Sección de Intereses en Washigton que el Consejo de Seguridad Nacional del Departamento de Seguridad Interna consideraba a los continuos secuestros de Cuba como una seria amenaza para la seguridad nacional de los Estados Unidos, y exigió que el gobierno cubano adoptase todas las medidas necesarias para prevenir esos actos. Dijo esto como si no fueran ellos lo que provocan y alientan tales secuestros, y como si no fuéramos nosotros los que adoptamos medidas drásticas para prevenirlos."

La controversia internacional sobre la sentencia de los secuestradores de la Habana tiene mucho que ver con hacer caso omiso de la amenaza militar directa a la que el país estaba –y sigue estando- sujeta en este respecto.
La cínica importunación de actos provocadores y su hipócrita falsedad reproducida en los medios masivos continúa siendo la característica de la política de EE.UU. con la que Cuba está condenada a convivir en el futuro cercano, aunque de ninguna manera en los próximos cuarenta y cinco años. De seguro, ¡no por los próximos cuarenta y cinco años! Ya que es inconcebible que la presente, extremadamente agresiva fase del imperialismo hegemónico global –que ahora está tratando absurdamente de “compensar” el despilfarro de su sistema de producción destructiva a través de gastos astronómicos en armamentos y aventuras militares asociadas, financiadas por el “agujero negro” del endeudamiento americano –sea capaz de sobrevivir tan remotamente, por el contrario podría exterminar a toda la humanidad de no ser frenado mucho antes.

Cuba ha sido forzada a vivir en un estado de emergencia por un larguísimo tiempo. Las enormes penurias que se debieron sobrellevar bajo tales circunstancias no se atribuyeron a las consecuencias del bloqueo americano. Luego de la caída del sistema soviético la situación se volvió aún más grave, no sólo por el endurecimiento del bloqueo americano, que esperaba en vano la precipitación a un colapso inmediato, sino también a causa de la pérdida repentina del país de sus principales mercados y fuentes de abastecimiento. Como resultado, el consumo de calorías y proteínas de la población se redujo casi a la mitad, y los dolorosos años del “período especial” se necesitaron para restablecer los requerimientos nutricionales del pueblo al nivel anterior.

No hace falta decir que las condiciones de un continuado estado de emergencia son desfavorables para el logro de una serie de objetivos deseables tanto en el plano político/cultural como en el económico. Pero no pueden simplemente hacerse desaparecer, ni deben, por supuesto, ser prolongados más de lo históricamente justificable, una vez que las condiciones mejoran.

Aquí podemos ver un gran contraste con la experiencia soviética. Como todos sabemos, por varios años después de la revolución de octubre el país debió enfrentar penurias extremas en un verdadero estado de emergencia. Luego, sin embargo, Stalin prolongó artificialemento por décadas el anterior, absolutamente justificado, estado de emergencia, ya que esto le proporcionaba la opción más fácil para implementar sus políticas autoritarias. Pero siguiendo de esta manera la "línea de la menor resistencia" -en la que según la visión de Stalin todo cuestionamiento de las políticas decretadas serían fácilmente aplastadas- resultó en la institucion de campos de labor, con terribles consecuencias para la productividad del trabajo, acarreando la amplia violación de la legalidad por lo cual Khrushchev lo castigó con razón en 1956. Además, cuando en 1952 Stalin tuvo que admitir que la productividad del trabajo soviético estaba en serios problemas, trató de remediar la situación estipulando otra solución autoritaria, en términos de una estricta imposición administrativa en la disciplina de trabajo. En su último gran escrito, "Problemas Económicos del Socialismo en la U.S.S.R." decretó la validez eterna de la "ley del valor", la absoluta permanencia de la "no esencial" división entre el trabajo mental y físico, y la correcta separación de la sociedad entre "personal ejecutivo socialista" bien remunerado ("nuestros ejecutivos de negocios") y "la fuerza de trabajo físico" firmemente controlada no sólo políticamente sino también por prácticas institucionales "racionales" de líneas de mercado. Insistía en la necesidad de que la apropiada "producción y circulación de mercancías" fuera regulada sobre la base del "costo y beneficio" transmitiendo así un peligroso legado para el futuro al conferir también "legitimidad socialista" al autoritarismo tradicional del "mercado disciplinador" cuyas fatídicas consecuencias nos son familiares a todos nosotros.5

Obviamente, no hay nada artificial sobre el dolorosamente prolongado estado de emergencia de Cuba de cara a las constantemente renovadas e intensificadas amenazas militares de su prepondorante adversario. No obstante, nadie puede negar que todo el potencial de la revolución cubana traerá sus frutos en un futuro cuando, como resultado de un cambio fundamental de las circunstancias y la relación global de fuerzas, será posible decir que el peso casi prohibitivo de confrontar las fuerzas destructivas del capital corresponde al pasado.

La victoriosa revolución cubana es a la vez única y universal en su significado. Es única en que creció a partir de doscientos años de lucha insurgente, primero contra el colonialismo español y luego contra la dominacion imperialista de EE.UU. La gran figura histórica José Martí –quien más de cien años después de su muerte sigue siendo una increíble inspiración para el presente- conectó directamente, con su aguda visión, las dos fases. Anticipó así claramente, mucho antes de que concluyera la lucha contra España, que la emancipación cubana sólo se lograría cuando puedieran derrotar la nueva dominación americana.

Pero la revolución cubana también es única en el sentido de que el derrocamiento del servil régime de Batista estuvo precedido por tres años de lucha armada, sostenida por un creciente número de la población del país. A esto debe agregarse que en ese momento de la victoria de la revolución, el gobierno de EE.UU. todavía albergaba la ilusión que aún sería capaz de dominar el país a su voluntad bajo las nuevas circunstancias, aunque de una forma alterada. Además, dado el avasallante apoyo popular para el derrocamiento del régimen cliente de América, al calor del momento, éste incluso tuvo que hacer algunos ruidos amistosos para con el cambio.

Cuando sus intentos de re-imponer su anterior forma de dominación por otros medios fallaron, de una vez adoptaron una actitud abiertamente hostil. A cuenta de esto podemos ver claramente que el adversario histórico necesariamente ajusta sus estrategias cuando tiene que enfrentarse a un mayor desafío. Lo hace a fin de revertir la situación, o al menos para evitar mayores consecuencias de lo que lo ha sorprendido o, mejor dicho, lo que lo ha dejado expuesto. De acuerdo con esto, subayce la subsecuente política americana no sólo contra Cuba sino en sobre América Latina (y no sólo allí) –que asume la forma de derrocamiento violento de gobiernos electos democráticamente (cínicamente en el nombre de –la democracia y la libertad-) y la imposición de brutales dictaduras. La revolución cubana es así única también en lo que respecta a su resultado, hasta los primeros signos de potencial lucha armada anti-imperialista tuvieron que ser aplastados por interveción directa o indirecta de EE.UU., como lo muestra a su vez el trágico destino del Che Guevara.

La revolución cubana es única por una serie de razones importantes –incluída la histórica constitución de su liderazgo desde José Martí hasta el presente- así que no puede ser imitada o repetida, ni que hablar de convertirla en un modelo obligatorio de transformación revolucionaria. No obstante, su significación universal no puede enfatizarse lo suficiente. En el pasado, los intentos de imponer el modelo soviético, bajo Stalin y sus sucesores, causaron un inmenso daño al movimiento socialista en todas partes. No se puede permitir que esto se repita en el futuro, no importa cuán grande pueda ser la tentación de hacerlo. Nadie expresa esto más firmemente que el mismo Fidel Castro. Cuando hablaba de nuestras propias circunstancias dijo:

"Están emergiendo movimientos de masas tremendamente fuertes, y pienso que estos movimientos jugarán un rol fundamental en las futuras luchas. Habrá nuevas tácticas: ni el estilo bolchevique y ni siquiera nuestro propio estilo, porque estos pertenecieron a mundos diferentes. Esto no tiene que desanimar a nadie. Necesitamos ver y analizar, con la mayor objetividad posible, el escenario actual en el que se tendrá que desenvolver la lucha, bajo el dominio unipolar de una superpotencia, Estados Unidos. Habrá otros caminos y otras maneras por las cuales se crearán las condiciones para transformar este mundo en otro". 6

Los apologistas del capital usualmente tratan de racionalizar y –dar una explicación- a sus propias contradicciones y problemas como si fueran el resultado de haber sido -exportados- desde un territorio alienígena por una -fuerza subversiva-, e impuesta conspiratoriamente sobre ellos. Como claramente lo indican las líneas citadas, nada puede ser removido de una genuina estrategia de transformación socialista. Ya que una estrategia bien fundada debe siempre abogar por asir las palancas reales de la tranformación por los movimientos sociales dados, que no pueden lograr su mandato histórico a menos que se reorienten constantemente bajo las condiciones sociales prevalecientes y las circunstancias históricas dinámicamente cambiantes.

La significación universal de la revolución cubana reside en la gran afinidad con las aspiraciones de los que quieren librarse de la paralizante coacción del orden social del capital.
Si bien en un sentido general esto concierne a todos los que comparten la causa de la emancipación humana, entendiblemente los ecos generados por la revolución cubana fueron mayores en América Latina. Ya que los países de ese continente han sido, y realmente son, todos dominados por la misma potencia imperialista, y sus esfuerzos por revertir significativamente su situación fueron constantemente frustrados y finalmente siempre anulados, tanto por razones internas como externas, por el sistema bajo el cual tenían que reproducir sus condiciones de existencia. El mensaje de la revolución cubana, entoces, tuvo dos aspectos:

- Primero, se centró en la cuestión de recuperar de las garras de América su soberanía nacional y el correspondiente poder de desición, por lo tanto liberarse de la dominación militar, política y económica de su avasallante vecino.

- Y, segundo, al mismo tiempo las cuestiones fundamentales del sistema socioeconómico reproductivo como un todo fueron sujetas a una crítica radical, tanto por la poderosa dominación del orden del capital por los Estados Unidos como por, lo que es más importante, el anacronismo histórico y el despilfarro destructivo de las determinaciones sociales metabólicas del capital en general en la presente fase de la historia. En otras palabras, todos los países de Latinoamérica (y no sólo ellos) tuvieron que luchar para salir del verdadero círculo vicioso de tratar de resolver sus inmensos problemas dentro del cínicamente inflado pequeño margen de –la ayuda económica- norteamericana, cuando en realidad es la economía norteamericana misma la que permanece masivamente dependiente de los recursos que debe transferir explotativamente desde el resto del mundo, de muchas maneras diferentes, a su propia esfera de producción y consumo.

Desde el comienzo, el mensaje de la revolución cubana respondía sin dudas a las dos series de cuestiones que afectan profundamente de todos los países de América Latina. Así, no importa cuán pronto o cuán exitosamente puedan actuar los países involucrados en su interés de realizar los objetivos profundamente interconectados a los que se enfrentan, el doble mensaje de la revolución cubana –no sólo llamando a la lucha anti-imperialista, sino también a un cambio estructural/sistémico de la sociedad, como la condición última del éxito también de la primera –está destinado a resonar con mayor intensidad, aún bajo las circunstancias más difíciles, sobre todo el continente.

Con respecto al tiempo al que nos enfrentamos, no cabe duda de que los desafíos y los peligros están destinados a ser enormes, a pesar de todos los logros. La amenaza militar estadounidense contra Cuba se ha intensificado en estos últimos años, en línea con la creciente agresividad de la política de EE.UU. en todo el mundo. De hecho, como lo mencioné antes, Cuba también ha sido señalada como uno de los estados constituyentes de extendido eje del mal, con todas las siniestras implicaciones de tal caracterización. No obstante, los que dictan las políticas de EE.UU. también deben recordar el humillante fiasco de Bahía Cochinos. Deben darse cuenta de que la afirmación de Fidel Castro, en su discurso del 1° de mayo del 2003, no es una amenaza ociosa, cuando insiste en que en caso de que Cuba sea atacada, como Irak, -los agresores no estarán sólo enfrentándose a un ejército, sino que a miles de ejércitos que se reproducirán constantemente y harán pagar al enemigo un costo tan alto en bajas que excedería por mucho los costos en vidas de sus hijos e hijas que el pueblo americano estuviera dispuesto a pagar por las aventuras e ideas del presidente Bush.

En verdad, el diseño estadounidense de una dominación imperialista global no tiene mejor futuro que las variedades anteriores –al final fallidas- de imperialismo. Tarde o temprano los globalmente sobredimensionados agresores están destinados a fracasar, aún cuando de camino a su última derrota puedan destruir las condiciones de existencia humana en este planeta. Y en ese sentido literalmente vital, sobrellevar la amenaza militar a la que Cuba está sujeta es la causa común de toda la humanidad.

Naturalmente, los peligros no están confinados al plano militar. La otra dimesión de crucial importancia es el combate político-económico al que ha sido sujeto Cuba en los últimos cuarenta y cinco años, que se ha intensificado constantemente y ha adquirido formas nuevas y más peligrosas. Hoy toma la forma de una enorme presión hacia el mercado, que se vuelva más problemática considerando que la aceptación de la ideología del mercado contribuyó a la desintegración del sistema soviético bajo Gorvachev y sus colaboradores.

Cuando Stalin, en 1952, formuló su primera versión de la disciplina del mercado según la cual la fuerza de trabajo sería compensada con mercancías producidas según el beneficio –ya que su conformidad con tal disciplina –mucha de la cual fue decretada era teóricamente infundada y tuvo que permanecer en el reino de la fantasía. Porque el sistema soviético no podía operar sobre la base de la producción y circulación de mercancías, bajo la ley del valor, sobre todo por la simple razón de que no tenía un mercado apropiado, y menos un mercado de trabajo. Se puede regular muchas cosas en una economía tolerablemente confiable con la ayuda de un pseudo-mercado, que de hecho existía en la Unión Soviética. Pero ciertamente este no es el caso en el que la distribución y el control firme de la fuerza de trabajo estuvieran involucrados. Hasta Krushchev se resistió a la tentación de extender los cambios inspirados por Stalin a ese peligroso campo. Sólo bajo Gorvachev se dio el paso crítico para el establecimiento de un mercado de trabajo completamente maduro, acarreando consecuencias catastróficas para la economía y la sociedad soviética de conjunto, en lugar de satisfacer las expectativas totalmente irrealistas de los que diseñaron las políticas.

Aquí es donde encontramos la crucial línea de demarcación. Naturalmente, hablar de inclinación hacia el mercado puede cubrir muchas cosas, que usualmente implican más que un mejor uso de los recursos materiales y humanos. Esa es una preocupación perfectamente legítima bajo toda circunstancia. De hecho, sin embargo, ha sido crasamente violado, a pesar de todas las pretensiones de ser lo contrario, precisamente bajo la presente fase del capital de producción y consumo indefectiblemente ociosa: el peor enemigo de toda preocupación real respecto de la economía y de la distribución racional de los recursos. La pregunta que debe ser respondida es: ¿quién tiene el control efectivo de los recursos combinados de la sociedad, los productores asociados o una extraña fuerza que toma las desiciones, aunque el último sea ideológicamente embellecido con el nombre de la benevolente “mano invisible” imaginaria de Adam Smith? Una vez que es permitido que el trabajo se convierta en una mercancía como cualquier otra, lanzado según los requerimientos fetichistas/mistificadores –y lejos de ser objetivos- del mercado de trabajo, la puerta se cierra firmemente a todas las aspiraciones de realizar los muy necesarios objetivos socialistas del pueblo. Por el contrario, se vuelca todo hacia la vorágine de la restauración capitalista, como nos muestra la amarga experiencia histórica. Sólo la forma más vehemente de pensamiento puede esperar la capitulación de Cuba en este aspecto vital.

La revolución cubana demostró su solidaridad, de la manera más tangible, con la causa de la emancipación humana en innumerables ocasiones. Pero la solidaridad tiene dos sentidos. La solidaridad internacional puede hacer una contribución importantísima a los próximos cuarenta y cinco años de la revolución cubana.

Notas
1- En un discurso del 1° de mayo del 2003, el presidente Fidel Castro citó al congresista de Florida Lincoln Díaz-Balart, “amigo íntimo y consejero del presidente Bush, que hizo una enigmática declaración a un canal de TV de Miami: ‘No puedo dar detalles, pero estamos tratando de romper este círculo vicioso’. ¿Qué métodos están pensando para acabar con este círuclo vicioso? ¿Eliminarme físicamente con los sofisticados medios que han desarrollado, como lo prometió el Sr. Bush en Texas antes de las elecciones? ¿O atacar a Cuba como atacaron Irak?”

2- István Mészaros, Socialismo o Barbarie (Kolkata: K. P. Bagchi & Co., 2001), 3.

3- Julian Borger, “misiles estadounidenses tendrían alcance global”, The Guardian, 1 de julio, 2003.

4- Colin Moynihan, “Cuba ha permanecido por demasiado tiempo: Gran Bretña y Europa deben terminar con cuarenta años de políticas estadounidenses fallidas. (Cuba has been left out far too long: Britain and Europe must break with 40 years of failed US policy), The Guardian, 1 julio, 2003.

5- Para una discusión documentada de esta discusión ver capítulo 17 de Detrás del Capital (Beyond Capital) (Londres: Merlin Press, and New York: Monthly Review Press, 1995).

6- Fidel Castro, “El mundo caótico al que conduce la globalización neoliberal no puede sobrevivir,” Granma, 25 de junio, 1998. Citado en Gilberto Valdés Gutiérrez, “El sistema de dominación múltiple” (inédito).
Add Your Comments
We are 100% volunteer and depend on your participation to sustain our efforts!

Donate

$255.00 donated
in the past month

Get Involved

If you'd like to help with maintaining or developing the website, contact us.

Publish

Publish your stories and upcoming events on Indybay.

IMC Network