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LOS DILIGENTES VERDUGOS ISRAELIES

by Edward Herman
El público de los EEUU no tiene acceso ni es propenso a conocer noticias verdaderamente criticas de las politicas de su propio país . Menos aún cuando se trata de un tema bloqueado por su midia. interna.


Título original: Israel's Willing Executioners

Autor: Edward Herman

Origen: ZNet

Traducido por Manuel Talens y revisado por Germán Leyens





Los diligentes verdugos israelíes
Por Edward Herman
Dado que Israel es un país justo -víctima pero no victimizador-, además de cliente y amigo de Estados Unidos, el título de este artículo suena a oxímoron, pues el inaceptable binomio de verdugos diligentes parece tan ajeno a ese país como las palabras terrorismo o limpieza étnica.

Dichas premisas, aceptadas sin reserva alguna, forman la base de la estructura mental común a buena parte de los políticos, periodistas, editores e intelectuales. El terrorismo es lo que los palestinos practican siguiendo órdenes de Arafat; al expulsar de sus tierras a los palestinos para permitir las implantaciones judías, el ejército y los colonos israelíes únicamente impiden las respuestas terroristas a dicha implantación.

¿Acaso no se trata de algo razonable, puesto que según la Biblia estos territorios pertenecen al pueblo elegido y , de acuerdo con la palabra de Dios, los madianitas, los cananeos y ahora los palestinos pueden ser expulsados?

Por ello si estos pueblos, que a veces mueren durante la expulsión, se oponen con vigor e incluso empiezan a inmolarse a sí mismos con bombas suicidas -provocando así el terror para impedir que los expulsen-, parece lógico tratarlos de la misma manera que el pueblo elegido trató a los amorreos, a los hititas y a otros de la misma calaña: "Del todo los destruirás, no harás con ellos alianza ni tendrás piedad" (Deuteronomio 7: 2).

Éstas fueron las órdenes de Dios y la actual campaña antiterrorista, al destruir sin mostrar piedad alguna, no hace sino continuar la tradición. En la actualidad está planeada para eliminar los focos de terroristas y para dar una lección a quienes los acogen y se oponen a ser desplazados sin contemplaciones por los colonos del pueblo elegido.

Por ello, si las Naciones Unidas se atreven a proponer el envío de observadores a los pueblos depurados de Cisjordania -observadores que actuarán con parcialidad y que, a causa de su formación humanitaria, se ocuparán de lo ocurrido en los focos de terroristas-, parece razonable que el gobierno democrático del pueblo elegido les diga:

"No, no podéis venir, sobre todo si lo hacéis con un grupo incapaz de comprender el terrorismo y la necesidad de erradicarlo". La amenaza de que estos observadores pudiesen meter la nariz en asuntos que no son de su incumbencia ha servido para unir al pueblo elegido en torno a Ariel Sharon, su valeroso líder.

"Por otra parte, está claro que tales críticas a Sharon y a los ataques de Israel contra los focos de terroristas forman parte de la creciente ola de antisemitismo global y no significan en modo alguno que la actuación de este país sea injusta o digna de reproche, dado que el mundo -o al menos la administración Bush-, los medios de comunicación estadounidenses y Tony Blair están de acuerdo en que sólo respondemos al terror, pero nunca con terror, a pesar de que a veces cometemos errores, como cualquiera.

"Puede que algunos soldados hayan cometido actos vandálicos en Jenín, Nablus y Belén y puede que algunas bombas explotaran en objetivos equivocados, pero se trató de actos individuales lamentables y aislados, ya que el ejército israelí es compasivo y cree en la igualdad de los hombres mientras protege al pueblo elegido. Todos sabemos hasta qué punto el mundo ha sido parcial contra Israel y favorable a Arafat y a los palestinos durante estos años."

Sin embargo, a la luz de la destrucción de gran parte de Cisjordania por parte de Israel y de la matanza de cientos de civiles palestinos, -y dado que Israel es un Estado democrático, al menos para sus ciudadanos judíos-, se podría deducir que el amplio e informado apoyo que las masas del pueblo de Israel muestran por Sharon las convierte en verdugos diligentes.

Tal como ha dicho Daniel Jonah Goldhagen, "un pueblo que comete tales actos, en abierto desafío de las leyes internacionales y con la condena de prácticamente toda la comunidad internacional, está compuesto por individuos con las facultades morales alteradas, inmersos en un abismo moral del que es improbable que salgan en un futuro próximo sin ayuda exterior" ("A New Serbia", New Republic, 10 de mayo de 1999).

Por supuesto, Goldhagen se refería a Serbia. Pero en ese ejemplo, e incluso más claramente en otro al que se refirió con anterioridad -el de la Alemania nazi-, las gentes eran mucho menos libres y estaban menos informadas, de manera que su disposición a apoyar los actos mortíferos de su gobierno estaba mucho menos clara que en el caso de Israel.

Los israelíes saben lo que se está haciendo con los palestinos en Cisjordania, hace tiempo que pueden informarse en sus periódicos sobre la institucionalización de la tortura de palestinos y están al tanto del carácter y de la finalidad de las recientes devastaciones y asesinatos. Pero a pesar de una disidencia nada despreciable, aprueban abiertamente dicha política, eligen gobiernos brutales y luego los mantienen en el poder. La popularidad de Sharon ha aumentado tras esta guerra contra los campos de refugiados y las ciudades palestinas. A primera vista, los israelíes parecen ser más claramente verdugos diligentes que los alemanes o los serbios.

Por supuesto, nosotros sabemos que todo esto es una inmoralidad. Pero a causa de un prejuicio favorable profundamente arraigado hacia Israel, incluso si este país importara un día las cámaras de gas utilizadas en Alemania y gaseara a los terroristas, para Goldhagen los israelíes nunca serían verdugos diligentes y la clase dirigente de Estados Unidos consideraría dichas acciones como actos de legítima defensa. No obstante, la comparación entre Serbia e Israel puede arrojar luz sobre este asunto.

¿QUIÉNES SON LOS LLORONES?
Los israelíes se quejan de antisemitismo y de un prejuicio desfavorable hacia Israel, dado que la mayor parte del mundo, fuera de dicho país y de Estados Unidos, encuentra que las operaciones del ejército israelí son vergonzosas y criminales. Los medios convencionales de comunicación estadounidenses informan con objetividad a propósito de tales sentimientos de Israel.

Por el contrario, a pesar de que desde principios de los años noventa Serbia estuvo sometida a severas sanciones, sufrió las furias del Tribunal organizado por los mandos de la OTAN y fue más tarde atacada y bombardeada durante 78 días, cuando los serbios se quejaron de que los trataban de manera injusta, los medios estadounidenses los calificaron de llorones.

Existía el consenso en los medios de que los serbios eran niños llorones, incapaces de enfrentarse al hecho de que habían hecho cosas malas y merecían sufrir. Roger Cohen afirmó en el New York Times que Milosevic "sólo tiene un tema en su repertorio: la victimización serbia y la autojustificación" (1 de julio de 2001), tema que, para decir la verdad, es preeminente en los medios estadounidenses.

El New Humanitarian Michael Ignatieff, profesor de derechos humanos en Harvard y personaje favorito de los medios, lo expresó así: "El mito de Kosovo Polje inició la historia de la autocompasión serbia, y la autocompasión ha justificado siempre el crimen a través de los siglos" ("Only in Truth Can Serbs Find Peace", Calgary Herald, 26 de julio de 1999).

Los medios de comunicación no aplican tales reflexiones a los israelíes, a pesar de que éstos lloran incluso si el Padrino los sigue protegiendo, de que nadie los somete a sanción alguna ni se burla cuando el cuarto ejército más importante del mundo califica el ataque contra campos de refugiados con el pomposo nombre de Operación Escudo Defensivo.

La mera crítica de su fea conducta, que es la culminación de una limpieza étnica REAL y de largo alcance, hace que los israelíes lloren y se quejen de antisemitismo. Pero como se trata de un cliente de Estados Unidos, los medios de comunicación no solamente no se enteran, sino que ni siquiera hacen referencia a la autocompasión y consideran que los lloriqueos y las chácharas israelíes de legítima defensa son razonamientos legítimos e incluso válidos.

¿QUIÉN PRACTICA EL TERROR Y QUIÉN REPLICA AL TERROR?
Los israelíes han sufrido graves pérdidas a causa de los atacantes suicidas, pero las pérdidas palestinas debidas a los asesinatos y las incursiones israelíes han sido en fechas recientes tres veces mayores (y en los años iniciales todavía más elevadas).

En Kosovo, el ejército, la policía y la población civil de Serbia también sufrieron graves pérdidas durante la guerra civil que precedió a los bombardeos de la OTAN, cuando el Ejército de Liberación de Kosovo (KLA) los provocaba buscando la intervención de la OTAN. El ejército y la policía serbios replicaron y mataron o convirtieron en refugiados a muchos albaneses kosovares. Su respuesta a tales acciones dio lugar a la escalada de las intervenciones de la OTAN, tal como deseaba el KLA.

Los asesinatos de atacantes suicidas han servido para justificar la guerra de Sharon contra los campos de refugiados y los pueblos de Cisjordania y un cierto número de analistas israelíes están convencidos de que algunos de estos asesinatos selectivos estaban destinados a inducir la respuesta de los palestinos, con vistas a asegurar la continuidad de la conflagración y a permitir que el primer ministro cumpla con su objetivo: la destrucción de la autoridad y la sociedad palestinas para proteger y posiblemente expandir la ocupación de los territorios palestinos.

Sharon podría terminar saliéndose con la suya, puesto que su campaña de terror contra la población civil, en contraste con las acciones serbias en Kosovo, nunca dará lugar a una respuesta de la OTAN o de otras potencias internacionales. Goza de libertad para devastar y matar, incluso con la sociedad civil global en contra.

Por supuesto, las respuestas a ambos casos por parte de los New Humanitarians y de los medios han seguido y racionalizado punto por punto la política estadounidense de proteger la limpieza étnica del Estado de Israel, permitiendo que éste responda al terrorismo, pero impidiendo que los serbios hicieran lo mismo.

Los serbios sembraron el terror entre la población. Los israelíes, en cambio, persiguen terroristas. Este doble rasero puramente político aparece claramente establecido en unas declaraciones de Michael Ignatieff. Comentando el caso de seis adolescentes serbios que habían sido asesinados por el KLA en Kosovo, afirmó:

"Sin duda se trata de una provocación del KLA, que busca suscitar una reacción excesiva de los serbios para desencadenar la intervención internacional. Los serbios respondieron asesinando a 45 civiles en Racak a mediados de enero. La comunidad internacional intervino puntualmente. Vale la pena preguntarse por qué los estrategas del KLA estaban tan absolutamente convencidos de que los serbios reaccionarían así. La razón es sencilla... únicamente en Serbia el menosprecio racial forma parte de la ideología oficial." (ibid.)

En primer lugar, cabe señalar que, para Ignatieff, los asesinatos del KLA fueron solamente una provocación, no actos absolutamente condenables. ¿Es posible imaginar que Ignatieff pudiera referirse a los atacantes suicidas palestinos solamente como una provocación destinada a provocar una reacción excesiva israelí, más que como la tragedia intrínseca que el acto representa? También es de señalar que, a pesar de que existen pruebas fehacientes de que el episodio de Racak fue camuflado como masacre después de una furiosa batalla y, por lo tanto, su autenticidad es cuestionable, Ignatieff no pone en duda su validez.

Con respecto a la certeza de la reacción que el KLA esperaba de los serbios, no se debe olvidar que las provocaciones de este tipo suelen producir respuestas similares en los conflictos civiles de cualquier parte del mundo, por lo que las alegaciones de Ignatieff, atribuyéndolas al racismo serbio, carecen de sentido.

Pero también se difuminan ante la tolerancia que los serbios mostraron hacia los albaneses en Belgrado y ante las conclusiones de Roma -que contrastan con la intolerancia de los dos bandos en el Kosovo ocupado por la OTAN- y del Ministerio alemán de Asuntos Exteriores, los cuales encontraron que las acciones de las fuerzas serbias de seguridad en Kosovo "no estaban dirigidas contra los albaneses kosovares en tanto que grupo étnico, sino contra un enemigo militar y contra sus aliados reales o supuestos".

¿Puede el lector imaginar a Ignatieff sugiriendo con sorna en los medios convencionales que la respuesta de Sharon a la provocación de los atacantes suicidas era totalmente predecible porque deseaba una provocación? ¿O incluso que la buscó para llevar a cabo el asalto planificado contra la sociedad civil palestina? ¿Y que su predisposición a responder con violencia se basaba en un prejuicio racial? No es algo imaginable, incluso si existen pruebas de la existencia de un prejuicio racial establecido como "política oficial", y dicha suposición no parece descabellada.

El doble rasero de que hace gala Ignatieff (y la mayor parte de los sabihondos convencionales) hace que sea posible acusar a los serbios sobre la base de falsas representaciones y de razonamientos sin sentido. Pero cualquier argumento análogo, basado en pruebas reales, está descartado con respecto a Israel, de la misma manera que la idea de que los israelíes sean verdugos diligentes es algo inimaginable para una mente políticamente correcta.

¿QUIÉN DEBE SER CONTROLADO?
A finales de 1998, los serbios tuvieron que permitir la presencia en Kosovo de 2.000 monitores de la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa), bajo la amenaza de bombardeos por parte de Estados Unidos. La misión de la OSCE estuvo dirigida por William Walker, antiguo embajador de Estados Unidos en El Salvador durante la presidencia de Reagan. Este personaje fue condenado en publicaciones jesuitas como apólogo del asesinato en dicho país de seis sacerdotes de esa orden en 1989, y dio pruebas de una incuestionable parcialidad en tanto que observador supuestamente neutral de violaciones de derechos humanos. Pero Milosevic aceptó esta misión y protestó cuando fue retirada, justo antes de que la OTAN decidiera iniciar sus bombardeos.

Kofi Annan y la mayor parte del mundo pensaron que los territorios ocupados necesitaban una presencia armada internacional para proteger a los palestinos y, posiblemente, también para impedir las acciones de los atacantes suicidas (siguiendo la lógica de que la introducción de dicha fuerza, señal evidente de que la comunidad internacional se preocupa por los palestinos, reforzaría el poder de la Autoridad Palestina, pero sobre todo para ofrecer a los desesperados palestinos alguna esperanza de alivio y mejora).

Pero tanto Israel como Estados Unidos se negaron, debido a lo cual no fue posible enviar personal armado. Tampoco ha sido posible investigar lo sucedido en los territorios ocupados.

Las reglas son simples. Si alguien acosa poblaciones civiles que Estados Unidos desea proteger o dice estar protegiendo, se ve obligado a aceptar observadores, por muy parciales que sean o por mucho que se dediquen a hacer los preparativos para un futuro ataque militar. Y puede que incluso esto no sea suficiente si Estados Unidos decide que un país necesita que les tiremos unas cuantas bombas (tal como dijo un portavoz del Departamento de Estado con respecto a Yugoslavia).

Pero cuando un país es cliente favorecido de Estados Unidos puede matar con libertad y hacer limpieza étnica incluso en territorios ocupados desde el punto de vista legal -en los cuales las poblaciones exterminadas son personas protegidas bajo la Cuarta Convención de Ginebra-, todo ello sin verse sometido a investigación alguna ni sufrir la presencia de extranjeros armados o de observadores y, por supuesto, sin ser bombardeado... Y, además, cuanta más limpieza étnica lleve a cabo, más ayuda económica le brindará el Padrino.

He aquí el método del Nuevo Orden Mundial para arreglar disputas y hacer que prevalezca la justicia entre los pueblos del mundo.

9 de mayo de 2002

Edward Herman es profesor emérito de Economía Financiera en la Wharton School de la Universidad de Pennsylvania, economista y analista especializado en corporaciones y regulación y en la economía política de los medios de comunicación. Ha escrito entre otros, The Real Terror Network (1982), Triumph of the Market (1995); con R. W. McChesney, Los Medios Globales: los Nuevos Misioneros del Capitalismo Corporativo (Madrid: Cátedra, 1999, traducción de Manuel Talens) y, con Noam Chomsky, Baños de Sangre (1976) y Los Guardianes de la Libertad: Propaganda, Desinformación y Consenso en los Medios de Comunicación de Masas (Barcelona: Crítica, 1990). Su obra más reciente es The Myth of The Liberal Media: an Edward Herman Reader (1999).

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