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"Porque esta gran humanidad ha dicho ¡Basta!..."

by enviado por F Espinoza
A 44 años de la 2° Declaración de La Habana, todos los cálculos de Washington y de los acólitos de la contrarrevolución miamense se han visto frustrados. CUBA sigue adelante.
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II Declaración de La Habana tan vigente como hace 44 años.

por Ángel Rodríguez Álvarez (Cuba)

tomado de: http://piensachile.com

jueves 01 de febrero de 2007

Comienza 1962. La Revolución Cubana ha cumplido tres años y ocho meses atrás había derrotado de manera fulminante la invasión mercenaria por Playa Girón, el mayor intento del Imperio para derrocarla.

La histeria anticubana crece incontenible en Washington, negado a aceptar la existencia de una Revolución Socialista -en sus propias narices-, como les anunciara el Comandante en Jefe Fidel Castro, en histórica alocución el 16 de abril de 1961.

Está en curso la Operación Mangosta que, urdida por el Pentágono y la CIA con el fin de escalar la agresión por medio del terror y las armas, contempla el aislamiento político y diplomático de la Isla.

Para lograrlo cuenta con la abyecta subordinación de la mayoría de los gobiernos de la región, integrados en la Organización de Estados Americanos (OEA), brillantemente bautizada como Ministerio de Colonias Yanquis por el canciller cubano Raúl Roa.

En respuesta a las maniobras de la Casa Blanca, que culminaron con la expulsión de Cuba de la OEA, en la Conferencia de Cancilleres en Punta del Este, Uruguay, más de un millón de cubanos se reunió el cuatro de febrero en Asamblea General, al pie del monumento a José Martí, en la Plaza de la Revolución, para emitir la Segunda Declaración de La Habana.

Pero el documento, aprobado en medio de un desbordante entusiasmo popular, no se limitó a denunciar la sucia componenda diplomática. Fue concebido con un alcance mucho más allá de los dramáticos momentos que vivía esta parte del mundo a causa de las intenciones hegemónicas norteamericanas.

La II Declaración pone al desnudo cómo se produjo el acuerdo de la OEA, en una indisimulada compraventa de votos para declarar al régimen de Cuba incompatible con el sistema interamericano.

Y con hermosos trazos literarios expone un riguroso análisis de la explotación y el vasallaje de Estados Unidos sobre los empobrecidos pueblos latinoamericanos.

Valiosa resultó la advertencia formulada entonces acerca de los peligros de la Alianza para el Progreso, propuesta por el presidente John F. Kennedy, y renovados ahora frente a los intentos de imponer el ALCA, derrotado recientemente en la Cumbre Iberoamericana celebrada en Mar del Plata, Argentina.

Motivo de asombro resulta para quienes lo releen 44 años después, o se encuentran por primera vez con este documento, el brillante vaticinio que contiene acerca de la respuesta inevitable de los humildes ante su enemigo histórico.

Tres párrafos, seleccionados entre otros muchos de igual corte, son suficientes para comprender la vigencia de aquellas predicciones.

"Ahora sí, la historia tendrá que contar con los pobres de América, con los explotados y vilipendiados de América Latina, que han decidido empezar a escribir ellos mismos, para siempre, su historia..." "Y esa ola de estremecido rencor, de justicia reclamada, de derechos pisoteados que se empieza a levantar por entre las tierras de Latinoamérica, esa ola ya no parará más."

Y este tercero con que concluye, dibujado para ahora y los promisorios tiempos del porvenir: "Porque esta gran humanidad ha dicho ¡Basta! y ha echado a andar. Y su marcha de gigantes ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera independencia, por la que ya han muerto más de una vez inútilmente. Ahora en todo caso, los que mueran, morirán como los de Cuba, los de Playa Girón, morirán por su única, verdadera, irrenunciable independencia."

http://www.lademajagua.co.cu/infain4012.htm

Servicio Especial de la AIN


La Redacción de PiensaChile ( http://piensachile.com ) le ofrece los párrafos finales de ese histórico, pero actual documento:

[...]
Frente a la acusación de que Cuba quiere exportar su revolución, respondemos: Las revoluciones no se exportan, las hacen los pueblos.

Lo que Cuba puede dar a los pueblos y ha dado ya es su ejemplo.

Y ¿qué enseña la Revolución Cubana? Que la revolución es posible, que los pueblos pueden hacerla, que en el mundo contemporáneo no hay fuerzas capaces de impedir el movimiento de liberación de los pueblos.

Nuestro triunfo no habría sido jamás factible si la revolución misma no hubiese estado inexorablemente destinada a surgir de las condiciones existentes en nuestra realidad económico-social, realidad que existe en grado mayor aún en un buen número de países de América Latina.

Ocurre inevitablemente que en las naciones donde es más fuerte el control de los monopolios yanquis, más despiadada la explotación de la oligarquía y más insoportable la situación de las masas obreras y campesinas, el poder político se muestra más férreo, los estados de sitio se vuelven habituales, se reprime por la fuerza toda manifestación de descontento de las masas, y el cauce democrático se cierra por completo, revelándose con más evidencia que nunca el carácter de brutal dictadura que asume el poder de las clases dominantes. Es entonces cuando se hace inevitable el estallido revolucionario de los pueblos.

Y si bien es cierto que en los países subdesarrollados de América la clase obrera es en general relativamente pequeña, hay una clase social que por las condiciones subhumanas en que vive constituye una fuerza potencial que, dirigida por los obreros y los intelectuales revolucionarios, tiene una importancia decisiva en la lucha por la liberación nacional: los campesinos.

En nuestros países se juntan las circunstancias de una industria subdesarrollada con un régimen agrario de carácter feudal. Es por eso que con todo lo duras que son las condiciones de vida de los obreros urbanos, la población rural vive aún en más horribles condiciones de opresión y explotación; pero es también, salvo excepciones, el sector absolutamente mayoritario en proporciones que a veces sobrepasa el 70 por 100 de las poblaciones latinoamericanas.

Descontando los terratenientes que muchas veces residen en las ciudades, el resto de esa gran masa libra su sustento trabajando como peones en las haciendas por salarios misérrimos, o labran la tierra en condiciones de explotación que nada tienen que envidiar a la Edad Media. Estas circunstancias son las que determinan que en América Latina la población pobre del campo constituya una tremenda fuerza revolucionaria potencial.

Los ejércitos, estructurados y equipados para la guerra convencional, que son la fuerza en que se sustenta el poder de las clases explotadoras, cuando tienen que enfrentarse a la lucha irregular de los campesinos en el escenario natural de éstas, resultan absolutamente impotentes; pierden diez hombres por cada combatiente revolucionario que cae, y la desmoralización cunde rápidamente en ellos al tener que enfrentarse a un enemigo invisible e invencible que no le ofrece ocasión de lucir sus tácticas de academia y sus fanfarrias de guerra, de las que tanto alarde hacen para reprimir a los obreros y a los estudiantes en las ciudades.

La lucha inicial de reducidos núcleos combatientes se nutre incesantemente de nuevas fuerzas, el movimiento de masas comienza a desatarse, el viejo orden se resquebraja poco a poco en mil pedazos y es entonces el momento en que la clase obrera y las masas urbanas deciden la batalla.

¿Qué es lo que desde el comienzo mismo de la lucha de esos primeros núcleos los hace invencibles, independientemente del número, el poder y los recursos de sus enemigos? El apoyo del pueblo, y con ese apoyo de las masas contarán en grado cada vez mayor. Pero el campesinado es una clase que, por el estado de incultura en que lo mantienen y el aislamiento en que vive, necesita la dirección revolucionaria y política de la clase obrera y los intelectuales revolucionarios, sin la cual no podría por sí sola lanzarse a la lucha y conquistar la victoria.

En las actuales condiciones históricas de América Latina, la burguesía nacional no puede encabezar la lucha antifeudal y antiimperialista. La experiencia demuestra que en nuestras naciones esa clase, aun cuando sus intereses son contradictorios con los del imperialismo yanqui, ha sido incapaz de enfrentarse a éste, paralizada por el miedo a la revolución social y asustada por el clamor de las masas explotadas.

Situadas ante el dilema imperialismo o revolución, sólo sus capas más progresistas estarán con el pueblo.

La actual correlación mundial de fuerzas y el movimiento universal de liberación de los pueblos coloniales y dependientes señalan a la clase obrera y a los intelectuales revolucionarios de América Latina su verdadero papel, que es el de situarse resueltamente a la vanguardia de la lucha contra el imperialismo y el feudalismo.

El imperialismo, utilizando los grandes monopolios cinematográficos, sus agencias cablegráficas, sus revistas, libros y periódicos reaccionarios acude a las mentiras más sutiles para sembrar divisionismo e inculcar entre la gente más ignorante el miedo y la superstición a las ideas revolucionarias que sólo a los intereses de los poderosos explotadores y a sus seculares privilegios pueden y deben asustar.

El divisionismo, producto de toda clase de prejuicios, ideas falsas y mentiras; el sectarismo, el dogmatismo, la falta de amplitud para analizar el papel que corresponde a cada capa social, a sus partidos, organizaciones y dirigentes, dificultan la unidad de acción imprescindible entre las fuerzas democráticas y progresistas de nuestros pueblos. Son vicios de crecimiento, enfermedades de la infancia del movimiento revolucionario que deben quedar atrás. En la lucha antiimperialista y antifeudal es posible vertebrar la inmensa mayoría del pueblo tras metas de liberación que unan el esfuerzo de la clase obrera, los campesinos, los trabajadores intelectuales, la pequeña burguesía y las capas más progresistas de la burguesía nacional. Estos sectores comprenden la inmensa mayoría de la población y aglutinan grandes fuerzas sociales capaces de barrer el dominio imperialista y la reacción feudal. En ese amplio movimiento pueden y deben luchar juntos por el bien de sus naciones, por el bien de sus pueblos y por el bien de América, desde el viejo militante marxista hasta el católico sincero que no tenga nada que ver con los monopolios yanquis y los señores feudales de la tierra.

Ese movimiento podría arrastrar consigo a los elementos progresistas de las fuerzas armadas, humilladas también por las misiones militares yanquis, la traición a los intereses nacionales de las oligarquías feudales y la inmolación de la soberanía nacional a los dictados de Washington.

Allí donde están cerrados los caminos de los pueblos, donde la represión de los obreros y campesinos es feroz, donde es más fuerte el dominio de los monopolios yanquis, lo primero y más importante es comprender que no es justo ni es correcto entretener a los pueblos con la vana y acomodaticia ilusión de arrancar, por vías legales que ni existen ni existirán, a las clases dominantes, atrincheradas en todas las posiciones del Estado monopolizadoras de la instrucción, dueñas de todos los vehículos de divulgación y poseedoras de infinitos recursos financieros, un poder que los monopolios y las oligarquías defenderán a sangre y fuego con la fuerza de sus policías y de sus ejércitos.

El deber de todo revolucionario es hacer la revolución.

Se sabe que en América y en el mundo la revolución vencerá, pero no es de revolucionarios sentarse en la puerta de su casa para ver pasar el cadáver del imperialismo. El papel de Job no cuadra con el de un revolucionario. Cada año que se acelere la liberación de América significará millones de niños que se salven para la vida, millones de inteligencias que se salven para la cultura, infinitos caudales de dolor que se ahorrarían los pueblos. Aun cuando los imperialistas yanquis preparen para América un drama de sangre, no lograrán aplastar las luchas de los pueblos, concitarán contra ellos el odio universal y será también el drama que marque el ocaso de su voraz y cavernícola sistema.

Ningún pueblo de América Latina es débil, porque forma parte de una familia de doscientos millones de hermanos que padecen las mismas miserias, albergan los mismos sentimientos, tienen el mismo enemigo, sueñan todos un mismo mejor destino y cuentan con la solidaridad de todos los hombres y mujeres honrados del mundo entero.

Con lo grande que fue la epopeya de la independencia de América Latina, con lo heroica que fue aquella lucha, a la generación de latinoamericanos de hoy le ha tocado una epopeya mayor y más decisiva todavía para la humanidad. Porque aquella lucha fue para librarse del poder colonial español, de una España decadente, invadida por los ejércitos de Napoleón. Hoy le toca la lucha de liberación frente a la metrópoli imperial más poderosa del mundo, frente a la fuerza más importante del sistema imperialista mundial y para prestarle a la humanidad un servicio todavía más grande del que le prestaron nuestros antepasados.

Pero esta lucha, más que aquélla, la harán las masas, la harán los pueblos; los pueblos van a jugar un papel mucho más importante que entonces; los hombres, los dirigentes importan e importarán en esta lucha menos de lo que importaron en aquélla.

Esta epopeya que tenemos delante la van a escribir las masas hambrientas de indios, de campesinos sin tierra, de obreros explotados, la van a escribir las masas progresistas; los intelectuales honestos y brillantes que tanto abundan en nuestras sufridas tierras de América Latina; lucha de masas y de ideas; epopeya que llevarán adelante nuestros pueblos maltratados y despreciados por el imperialismo, nuestros pueblos desconocidos hasta hoy, que ya empiezan a quitarle el sueño. Nos consideraba rebaño impotente y sumiso; y ya se empieza a asustar de ese rebaño; rebaño gigante de doscientos millones de latinoamericanos en los que advierte ya a sus sepultureros el capital monopolista yanqui.

Con esta humanidad trabajadora, con estos explotados infrahumanos, paupérrimos, manejados por los métodos de foete y mayoral no se ha contado o se ha contado poco. Desde los albores de la independencia sus destinos han sido los mismos: indios, gauchos, mestizos, zambos, cuarterones, blancos sin bienes ni rentas, toda esa masa humana que se formó en las filas de la «patria» que nunca disfrutó, que cayó por millones, que fue despedazada, que ganó la independencia de sus metrópolis para la burguesía, esa que fue desterrada de los repartos, siguió ocupando el último escalón de los beneficios sociales, siguió muriendo de hambre, de enfermedades curables, de desatención, porque para ella nunca alcanzaron los bienes salvadores: el simple pan, la cama de un hospital, la medicina que salva, la mano que ayuda.

Pero la hora de su reivindicación, la hora que ella misma se ha elegido, la viene señalando, con precisión, ahora, también de un extremo a otro del continente. Ahora, esta masa anónima, esta América de color, sombría, taciturna, que canta en todo el Continente con una misma tristeza y desengaño, ahora esta masa es la que empieza a entrar definitivamente en su propia historia, la empieza a escribir con su sangre, la empieza a sufrir y a morir. Porque ahora, por los campos y las montañas de América, por las faldas de sus sierras, por sus llanuras y sus selvas, entre la soledad o en el tráfico de las ciudades o en las costas de los grandes océanos y ríos, se empieza a estremecer este mundo lleno de razones, con los puños calientes de deseos de morir por lo suyo, de conquistar sus derechos casi quinientos años burlados por unos y por otros. Ahora sí, la historia tendrá que contar con los pobres de América, con los explotados y vilipendiados de América Latina, que han decidido empezar a escribir ellos mismos, para siempre, su historia. Ya se les ve por los caminos un día y otro, a pie, en marchas sin término de cientos de kilómetros, para llegar hasta los «olimpos» gobernantes a recabar sus derechos. Ya se les ve, armados de piedras, de palos, de machetes, de un lado y otro, cada día, ocupando las tierras, fincando sus garfios en la tierra que les pertenece y defendiéndola con su vida; se les ve, llevando sus cartelones, sus banderas sus consignas; haciéndolas correr en el viento por entre las montañas o a lo largo de los llanos. Y esa ola de estremecido rencor, de justicia reclamada, de derecho pisoteado que se empieza a levantar por entre las tierras de Latinoamérica, esa ola ya no parará más. Esa ola irá creciendo cada día que pase. Porque esa ola la forman los más, mayoritarios en todos los aspectos, los que acumulan con su trabajo las riquezas, crean los valores, hacen andar las ruedas de la historia y que ahora despiertan del largo sueño embrutecedor a que los sometieron.

Porque esta gran humanidad ha dicho: «¡Basta!» y ha echado a andar. Y su marcha de gigantes, ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera independencia, por la que ya han muerto más de una vez inútilmente. Ahora, en todo caso, los que mueran, morirán como los de Cuba, los de Playa Girón, morirán por su única, verdadera, irrenunciable independencia.

¡Patria o Muerte!
¡VENCEREMOS!
EL PUEBLO DE CUBA
La Habana, 4 de febrero de 1962

Si desea leer el texto completo de la Declaración, le ofrecemos el siguiente link:

http://www.geomundos.com/ongs/BUENOSDIASAMERICA/la-segunda-declaracion-de-la-habana_doc_5220.htm

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CUBA les duele más

JOAQUIN RIVERY TUR

rivery [at] granma.cip.cu

Es indudable que la tranquilidad interna que disfruta Cuba es un punzonazo al costado del Tío Sam. Todos los cálculos de Washington y de los acólitos de la contrarrevolución miamense se han visto frustrados. Cuba sigue adelante, y cada vez con más aliados en el continente.
El Nuevo Herald, algo así como la voz pública de todo lo peor que se cocina contra Cuba en la ciudad del sur de la Florida, sangra por esa herida abundantemente y no puede evitar dedicarle un espacio amargo al tema.
A pesar de todos los intentos agresivos, de las campañas de terrorismo, de las nuevas vueltas de tuerca en el bloqueo, la estabilidad política de la Isla es para esa fauna un hueso atravesado en la garganta.
Cuba les duele y es preciso acusar a alguien, por el hecho de que la Revolución no ha experimentado ninguna debilidad. El Nuevo Herald lo achaca a una inercia en el gobierno, a "una falta de visión en los corredores del poder washingtoniano".
Realmente, a fuer de sinceros, deberíamos decir que la falta de visión de la Casa Blanca y de la mafia de Miami es muy antigua, pues nunca se convencieron de que Cuba entró desde 1959 en una etapa distinta que no podía cambiar ninguna fuerza. Nunca han entendido realmente lo que aquí pasa.
La transición que tanto desean los trasnochados de Texas y Miami comenzó el Primero de enero de 1959, no hacia el neoliberalismo que buscan implantar y que cada vez más está bajo el ataque de las grandes masas, sino hacia un sistema de mucha mayor justicia y solidaridad: el socialismo.
Peter Hakim, director de Diálogo Interamericano, es citado por el diario de marras con una afirmación punzante: "Exceptuando el documento del coordinador (del Plan Bush), la administración dio una idea clara de que no sabía qué hacer", y esa situación —dice— terminó reflejándose en Miami, "donde la comunidad (la contrarrevolución miamense) quedó esperando que la administración le dijera algo". (Siempre han dependido del gobierno estadounidense).
Los mafiosos son injustos con Bush, pues el presidente no ha dejado de enviarles las cantidades de dólares que engrosan sus bolsillos (y que han desatado un escándalo por el despilfarro), y no ha cesado de tratar de apretar el bloqueo al máximo, cuya aplicación internacional se puede ver unas veces en México, Noruega, y en otros países de la vieja y sumisa Europa.
Casi han prohibido que las familias cubanas se reúnan e impiden que los miembros de la emigración en Estados Unidos ayuden a sus parientes en Cuba al limitar al mínimo las remesas que pueden hacer.
Es más, Estados Unidos ha presionado, sobornado, chantajeado al máximo a la comunidad internacional para intensificar el bloqueo a Cuba, pero sus objetivos han fracasado y la Revolución permanece tan fuerte como nunca. En la Asamblea General de la ONU prácticamente todo el mundo aprueba año tras año el documento contra el bloqueo presentado por Cuba.
En su fiebre de regresar por viejos fueros y privilegios, pretenden que gobiernos del mundo se inmiscuyan en los asuntos internos de un país realmente soberano, en lo que fracasan, y respecto al último periodo, no tienen más remedio que reconocer que "no hay indicios de desórdenes en el Gobierno ni en la sociedad, no hay una interrupción económica del país y el Gobierno funciona normalmente'', según la opinión de Phil Peters, vicepresidente del Lexington Institute, un "think tank" de Washington.
Para colmo de sus amarguras, el último video mostrado sobre el encuentro de Fidel y Chávez les aguó una fiesta que tenían montada para celebrar la supuesta muerte del líder cubano, y las imágenes deben haberlos hecho cocerse en su propio odio.

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ANIVERSARIO 45 DE LA GUERRA ECONOMICA CONTRA CUBA

Por Roberto Pérez Betancourt

Este tres de febrero marca récord de 45 años para la historia del genocidio oficial contra Cuba, impuesto en 1962, cuando el presidente norteamericano John F. Kennedy decretó la proclama que le impuso formalmente un bloqueo económico, comercial y financiero.
La ordenanza entró en vigor el día siete del propio mes. En realidad solo había institucionalizado una decisión que de hecho había comenzado en enero de 1959, tras el triunfo de la insurrección armada en Cuba.
Menos de 10 meses antes había fracasado estrepitosamente la invasión de los mercenarios organizada y financiada por la administración de Eisenhower, cuya ejecución fue heredada por Kennedy con la intención de apoderarse militarmente de Cuba.
Antes de oficializar el bloqueo, el Presidente norteamericano y sus altos funcionarios habían dictado disposiciones que progresivamente fueron restringiendo el intercambio comercial con la Mayor de las Antillas, privada también de su histórica cuota de exportación de azúcar a EE.UU., entonces principal rubro de ingresos en divisas convertibles para la Isla.
En ese contexto se desarrollaba el plan Mangosta por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) estadounidense, sirviéndose de agentes y contrarrevolucionarios de origen cubano para ejecutar acciones terroristas y desestabilizadoras dentro de Cuba.
Esas prácticas incluían intentos de asesinar al Presidente Fidel Castro y a otros altos dirigentes cubanos, según han revelado documentos de la CIA desclasificados.
En los años siguientes y hasta ahora se fue conformando toda una legislación dirigida exclusivamente contra el pueblo cubano, privándolo de vender y comprar libremente sus productos, incluidas medicinas y alimentos, al extremo de que se impuso esa práctica a otras naciones mediante leyes extraterritoriales con las cuales EE.UU. ejerce presión y chantaje.
Los isleños han resistido firmemente la práctica genocida del bloqueo por parte de 10 administraciones norteamericanas, diversificado y llevado a su expresión más cruel por el presidente George W. Bush, quien arbitrariamente limita a cubanos residentes en Estados Unidos en el envío de ayuda monetaria y visitas a sus familiares en Cuba.
Analistas coinciden en que la base de la empecinada hostilidad contra los habitantes de la Antilla Mayor es la recurrente frustración de los sectores oligárquicos norteamericanos de apoderarse de ese territorio caribeño, al que mantuvieron sojuzgado desde la formal independencia del colonialismo español hasta la victoria revolucionaria.
El Gobierno de La Habana ha reiterado que la guerra económica desatada por EE.UU. califica como un acto de genocidio y es una violación flagrante del Derecho Internacional y de la Carta de Naciones Unidas.
Derivados de esa demencial política, la nación antillana ha sufrido daños directos documentados por más de 86 mil 108 millones de dólares a un promedio de mil 832 millones de dólares anuales.
Con récord de votación de 183 países a favor, en noviembre de 2006 la Asamblea General de la ONU por decimoquinta ocasión consecutiva aprobó una resolución de condena el bloqueo de EE.UU. e instó a que este sea suprimido.
Esta criminal acción ha obligado a Cuba a incurrir en gastos excesivos para procurar alimentos en el exterior, y le ha impedido adquirir oportunamente equipos de transporte y tecnológicos, medicinas y otros medios específicos, con la pérdida de incontables vidas humanas.
Pero el pueblo de la Isla ha dado sobradas muestra de valentía y dignidad con su resistencia heroica. A pesar de sus limitaciones materiales no ha escatimado en prestar ayuda a otras naciones necesitadas, actitud reconocida en el ámbito mundial.




http://www.antiterroristas.cu

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